El proceso vivido en las primarias del PSOE para la Comunidad de Madrid, me ha animado a retocar y compartir este post no nato que hice a principios de marzo y que creo que puede venir a colación:
El PSOE acaba de vivir un proceso de elecciones primarias en varias circunscripciones electorales. Dado que no existe una tradición consolidada de celebración de las mismas y las experiencias anteriores han sido catalogadas poco menos que como desastrosas para el partido que las ha realizado, estos procesos todavía producen recelos sobre su conveniencia partidista.
Mal empezamos si tenemos miedo a las consecuencias de una confrontación democrática, pero la realidad es así. Los aparatos de los partidos -por otra parte muy necesarios- si están mal dirigidos, convierten el control de los acontecimientos políticos en su único objetivo. En estas circunstancias, la celebración de unas primarias debería de ser, aún más si cabe, un soplo de aire fresco en las caducas organizaciones políticas.
Seguro que ha sido así en el caso de las celebradas en el seno del PSOE, de cara a las elecciones de la Comunidad de Madrid. Unas elecciones en las que las encuestas, de momento, dan como ganadora a la actual Presidenta, Esperanza Aguirre del Partido Popular. La apuesta por las primarias, a buen seguro ha sido una apuesta por movilizar al votante del PSOE e intentar dar la vuelta a la actual situación.
Sin embargo, con independencia de los resultados finales, si parece que ha habido errores de bulto en el planteamiento inicial. Veamos el contexto en el que nos estamos moviendo.
Por todas partes se percibe que, en ésta nuestra era de las nuevas tecnologías y de alcance masivo a la información, cuando más mecanismos hay para la participación ciudadana y mayor interés aparente tienen las instituciones en abrirse al ciudadano, es cuando el común de los mortales está más alejado de la política.
Hay muchas causas para la desafección política pero voy a centrarme en una, que a mi modo de entender ha sido clave en esta ocasión. El propio Ministro de Fomento, José Blanco, justificaba la elección de la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid apoyada por Zapatero, en la lectura que hacía de las encuestas. Brillan por su ausencia, otro tipo de valoraciones, como pueda ser la opinión de las bases. Bases que van a tener que trabajar duro para sacar adelante al candidato o candidata. No son tiempos para limitar la participación en política a las directrices partidarias.
Sin embargo, cada vez más, los partidos utilizan las encuestas como una herramienta para tomar decisiones para alcanzar el poder. Dicho así, se podría decir ¿y qué tiene de malo? ¿acaso no lo hacen los propios Gobiernos?
Tiene sus cosas positivas, como puede ser tener un conocimiento de la opinión de la ciudadanía no mediatizada por los Medios de Comunicación Sociales. Y, además, al estar soportada en una metodología contrastada (cocinas aparte), tiene la vitola de ser la herramienta más válida para conocer las necesidades de la ciudadanía. Mucho mejor que los partidos políticos, y eso en principio, no es malo, pero tampoco suena del todo bien.
Es precisamente en esta comparativa donde hay algo que no encaja ¿cómo es posible que en un sistema democrático sustentado en partidos políticos, tengan mucha más credibilidad política los medios de comunicación y empresas de estudio de mercado, que los propios partidos políticos?. Al igual que haría un escéptico Dc. House de la política, he hecho un listado de síntomas objetivos y contrastables:
- Los partidos políticos que no realizan la investigación y análisis del comportamiento de sus electores de forma profesional, tienen serios problemas incluso para saber que contar a sus votantes. En ausencia de otras soluciones más participativas, esto está generando una dependencia creciente de los partidos políticos respecto a empresas dedicadas a estos menesteres de investigación social, pero en absoluto está mejorando la participación de los votantes.
- Las instituciones, cada vez más, están realizando acciones de pseudoparticipación ciudadana, que tampoco redundan en una mayor participación en las elecciones. Participan pocos y son los de siempre.
- Y por si fuera poco, el desprestigio de la clase política cabalga a lomos de un pura sangre. Sobre esto ya se ha escrito suficiente.
- El último dato, que puede servir de conclusión fatídica, es que la abstención, con matices, va a más.
Para mi la conclusión es clara, lo que falla son los partidos políticos que por distintas causas han renunciado a conocer lo que opinan sus votantes de manera directa. Pero es que además, con el auge de la sondeocracia, llegan a hacer del pecado virtud. Es decir; “para que voy a perder el tiempo contigo para saber lo que quieres, si puedo encargar una encuesta para saber no sólo lo qué tú quieres, sino las necesidades de la población en su conjunto”.
En estos tiempos de economía de recursos, este modus operandi es entendible, pero tiene un coste muy grande de destrucción de las antiguas redes sociales de los partidos y de incremento de la desafección política.
He podido vivir muy de cerca experiencias muy positivas de procesos de escucha activa promovidos en un partido político para saber lo que preocupa a sus afiliados y simpatizantes. Sin embargo, a pesar de las evidencias esperanzadoras, es difícil convencer a una alta dirección de la conveniencia de estos procesos internos, si es en confrontación a otros enteramente externos. En algún partido he llegado a oír que, muchas veces, lo que dicen las bases supone un serio problema a la hora de hacer un programa electoral ya que choca con lo que dicen las encuestas. Eso sin duda, supone un grave problema para ese partido.
Sin embargo, no se trata de confrontar los dos enfoques, sino justo de lo contrario. El éxito pasa por coordinar esos dos mundos. Está claro que mientras no se coordinen, la abstención va a seguir aumentando. La situación de partida actual es tan desproporcionada en contra de los partidos, que estos deberían hacer algo con urgencia. La pelota está en su tejado.
Y es ahí es donde percibo intereses inconfesables en los partidos. Da la casualidad que apoyarse en la sondeocracia permite muchas veces actuar sin contar con las bases, es decir, hacer lo que a uno le da gana. Cosa muy habitual en la especie humana en general, pero nada recomendable para su supervivencia colectiva. Los hay más osados que hacen lo que les da la gana y ni siquiera hacen encuestas. Eso ya es ser un suicida político y por suerte para los electores, no hay demasiados.
La metodología de democratización interna es muy exitosa, pero no juega en igualdad de condiciones que la sondeocracia. Para empezar se enfrenta a los mecanismos estatutarios de toma de decisión de los partidos políticos. Una suerte de voto delegado, votaciones a mano alzada, votaciones por aclamación, etc…que no es precisamente la mejor forma de saber lo que opinan las bases y mucho menos los votantes. El que calla en una asamblea no otorga, simplemente calla.
Además, suele salir mal parada en cuanto a rigor metodológico, en comparación con las encuestas de población al uso. Por suerte, el los últimos años y gracias a la labor de muchos profesionales del Marketing Político, esto está dejando de ser así y actualmente los partidos empiezan a valorar esta vía como una forma de complementar y enriquecer las tradicionales maneras de hacer investigación y análisis electorales.
Existen muchos y buenos profesionales de la investigación electoral y empieza a haber buenos profesionales de la democratización interna de los partidos políticos. El futuro de los partidos políticos pasa por coordinarlos en beneficio propio. Ejercer un Marketing Político integral.
Mientras los partidos no garanticen procesos de formación de la opinión que sean rigurosamente democráticos, estarán destruyendo sus redes sociales y no les quedará más remedio que desarrollar su discurso político a base de talonario para encuestas, o en el peor de los casos, al ritmo que les marquen los medios de comunicación. Ganarán elecciones, pero no ganarán a la abstención, el gran enemigo de la credibilidad del sistema democrático.
Mikel Cabello
Consultor en Sistemas de Gobierno y Dirección
Estoy de acuerdo, al final resulta que tristemente el ciudadano no merecemos ni que nos pregunten directamente. Recurren a empresas que cuelgan etiquetas a la gente (grupo social, edad, sector económico) y luego lo extrapolan.
¿Cuál debiera ser la forma de consulta de un alcaldable de pueblo medio-pequeño? ¿3000-10000? Consultar tal vez al comercio del pueblo, a la gente que más se mueve por el pueblo, entrenadores de fútbol base, asociaciones vecinales, sindicales, empresariales, peñas…
Gracias por su opinión.
Antes que nada gracias por tu comentario Jose.
Lo que planteas es un paso más de acercamiento a lo que opinan los votantes. En el caso de tratar con cualquier colectivo, no hay que perder de vista que tienen sus propios intereses y que normalmente la relación con ellos es a través de interlocutores.